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Esta tarde se presenta Las Palabras Primas del escritor Fernando Iwasaki

Esta tarde se presenta Las Palabras Primas del escritor Fernando Iwasaki,  obra ganadora del IX Premio Málaga de Ensayo

Un ensayo que, según el jurado, reúne una miscelánea de textos con el hilo conductor de la lengua española en una y otra orilla atlántica oscilando entre el Siglo de Oro y los actuales usos del idioma.

La concejala de Cultura, Gemma del Corral; el director de la Editorial Páginas de Espuma, Juan Casamayor; y el escritor Fernando Iwasaki van a presentar esta tarde, a las 20.00 horas, en la librería Proteo, la obra ganadora del IX Premio Málaga de Ensayo ‘José María González Ruiz’, ‘Las palabras primas” del escritor peruano afincado en Sevilla. Fernando Iwasaki fue el ganador de este premio que convoca el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga y que publica la editorial Páginas de Espuma. El premio –con una dotación de 6.000 euros– se dio a conocer por el alcalde de Málaga, Francisco de la Torre, el pasado mes de noviembre. El fallo se realizó tras la deliberación del jurado integrado por Javier Gomá Lanzón, catedrático de Universidad y ensayista; Estrella de Diego, catedrática y ensayista; Espido Freire, novelista y ensayista, Alfredo Taján, escritor, y Juan Casamayor, director de la Editorial Páginas de Espuma.

En esta novena edición del Premio de Ensayo se presentaron 66 obras, procedentes de Argentina, Francia, Colombia, Cuba, España, El Salvador, Paraguay, Estados Unidos, México y Venezuela. El galardonado va a recibir 6.000 euros como premio. El jurado destacó del libro ganador que está “escrito con un estilo personal y con inteligentes destellos de humor, reúne una miscelánea de textos con el hilo conductor de la lengua española en una y otra orilla atlántica, oscilando entre el Siglo de Oro y los actuales usos del idioma.”

FERNANDO IWASAKI

Fuente: www.paginasdeespuma.com

http://paginasdeespuma.com/autores/fernando-iwasaki/

Fernando Iwasaki (Lima, 1961) es autor de más de veinte títulos de diversos géneros como las novelas Neguijón (2005) y Libro de mal amor (2001); los ensayos Nabokovia Peruviana (2011), Arte de introducir (2011),  rePUBLICANOS (2008), Mi poncho es un kimono flamenco (2005) y El Descubrimiento de España (1996); las crónicas reunidas en Una declaración de humor (2012), Sevilla, sin mapa (2010), La caja de pan duro (2000) y El sentimiento trágico de la Liga (1995), y de los libros de relatos España, aparta de mí estos premios (2009), Helarte de amar(2006), Ajuar funerario (2004), Un milagro informal (2003), Inquisiciones Peruanas (1994), A Troya, Helena (1993) y Tres noches de corbata (1987). Es editor de la antología mexicana del cuento andaluz Macondo boca arriba (2006) y de Papel Carbón (2012), volumen que reúne los relatos que escribió a máquina entre 1983 y 1993. Con Jorge Volpi ha co-editado la edición comentada de los Cuentos Completos (2009) de Edgar Allan Poe y con Gustavo Guerrero la antología francesa de relato hispanoamericano Les bonnes nouvelles de l’Amérique latine(2010).

EL PREMIO MÁLAGA DE ENSAYO

El Ayuntamiento de Málaga enmarca este IX Premio Málaga de Ensayo “José María González Ruiz”  como un elemento de enriquecimiento y diálogo cultural de la ciudad con el resto del país. Además, con esta convocatoria, el Área de Cultura del Ayuntamiento de Málaga cubre sus objetivos en materia del fomento de la lectura, el fomento a la edición y distribución del libro, y el reconocimiento y estímulo a la creación literaria. Con este premio el Ayuntamiento suma esfuerzos en el campo de la literatura al añadir este galardón, al Premio Málaga de Novela que ya se presenta como un premio consolidado a nivel nacional. Por otra parte, el Premio Málaga de Ensayo, “José María González Ruiz”, cubre además otro objetivo: el apoyo al género ensayístico, a la creación dentro del pensamiento.

En la primera edición el galardón recayó en el escritor cordobés Vicente Luis Mora con su ensayo Pasadizos. En las siguientes convocatorias el premio ha experimentado un crecimiento cuantitativo de manuscritos presentados, muy visible cuando se opta por la recepción telemática, y cualitativo en lo que se refiere a su proyección internacional, siendo la presencia latinoamericana notable, como refrendan el argentino Blas Matamoro o el mexicano, ya fallecido, Ignacio Padilla. Asimismo, la materia ensayística premiada va ganando nuevo límites: de la literatura fantástica, de la mano de David Roas, a la autoficción literaria, de Cristián Crusat; de la relación entre creatividad y género de Remedios Zafra al concepto de la espera por parte de Miguel Albero. En la anterior convocatoria, Jorge Fernández Gonzalo reflexiona sobre la realidad que no se contempla.

Textos de la editorial Páginas de Espuma

LAS PALABRAS PRIMAS

Un hablante. Dos orillas. Dos lenguas maternas que son iguales y al mismo tiempos diferentes: el habla española y el habla latinoamericana. Y una lengua paterna fantasma, «el japonés que se marchitó para que floreciera mejor mi español». El resultado es un libro sobre las palabras a través de la memoria, la geografía, las lecturas, la historia y los nuevos escenarios de la escritura en la era digital, por el que obtuvo el IX Premio Málaga de Ensayo.

En la estela del ensayo contemporáneo que reivindica el humor, la conversación y el paseo intelectual, Fernando Iwasaki comparte sus hallazgos y perplejidades como lector, hablante y escritor de dos periferias del español –Perú y Andalucía– desde el Siglo de Oro hasta nuestros días, para entregarnos risueño Las palabras primas: «Si existen números primos, ¿por qué no deberían existir las palabras primas? Sin salir del diccionario, una palabra prima podría ser tonta, estar adelantada, parecer semejante, servir de recompensa y lucir primorosa, además de poseer connotaciones familiares, musicales, económicas, jerárquicas y comerciales, por no hablar de las posibles combinaciones entre todas ellas. Por ejemplo, cuando una prima hermana se convierte en una prima de riesgo».

ENTREVISTA

Desde un punto de vista formal, en las páginas preliminares retratas rápidamente tu vocación de ensayo, y lo enmarcas dentro de una, digamos, nueva forma ensayística que tiene que ver con autores como Fabián Casas o Andrés Neuman, pero sin duda también nos remite al trabajo de maestro recientes como Ricardo Piglia o Juan Gabriel Vásquez, que es esa forma fragmentada, bien unida y vinculada, de textos que tienen un paradigma similar pero trabajan desde ese punto de estilo y vocación ensayística que rastreas en antecedentes como Monterroso o Chesterton. Háblanos un poco de esta forma de ensayo que es más novedosa tanto en forma como en fondo, y la propuesta de elegirla.

Mi relación con el ensayo nace de mis lecturas de Montaigne, Chesterton, Borges, que practicaron un tipo de ensayo que encuentro muy semejante: una divagación, un paseo, una manera de caminar a través de lecturas, autores, paisajes, memorias, viajes, sin renunciar a la erudición, a la profundidad, pero sin caer en la densidad de aparatos críticos o las teorías filológicas o sociales. Es un ensayo más fragmentario, que en los últimos años han escrito desde América Latina autores como Neuman, Casas, Volpi, Vásquez y algunos más con lo que me identifico plenamente. En España, quizá algunos autores como Fernando Savater o Javier Gomá han sido quienes más han perseverado en esa línea, pero para mí se trata de un rescate del ensayo tal como lo entendió Michael de Montaigne, que lo mismo podía escribir sobre el buen gobierno que sobre los huertos de hortalizas. Creo que esa reivindicación del ensayo como un paseo, o como una broma como decía Chesterton, es el tipo de ensayo que a mí me interesa.

Me gustaría que reflexionaras sobre el espacio desde el que se escribe este ensayo, que es desde aquel que ocupa un lector que se sitúa entre el castellano de América y el castellano de España, donde hay una transversalidad geográfica y también, algo muy destacado por el jurado, una transversalidad temporal del Siglo de Oro a las nuevas tecnologías, periodos muy amplios, en los que planea además también la lengua paterna, el japonés, y la condición de emigrante.

Recuerdo haber leído una vez a Ignacio Echevarría hablando sobre Roberto Bolaño como “un escritor extraterritorial”, extraterritorial en el sentido en que lo definió Steiner. Bolaño era un escritor en español, pero del español de Chile. A veces, cuando pensamos en la lengua que hablamos todos los hispanohablantes, la entendemos como si fuera una unidad sólida y unívoca, y no es así. El español de América a su vez se divide en varios españoles, el de México, el de Colombia, Argentina, Guatemala, Ecuador… el español que se habla en los Estados Unidos, que ha degenerado en el spanglish, es otro tipo de español. Y en España, por supuesto, el habla andaluza o extremeña no son iguales. Es decir, desde mi condición de hablante de español me considero un hablante del español de las periferias. Una periferia que es peruana, pero una periferia que también es andaluza, me encuentro muchas veces pensando en mi español peruano pero expresándome en el habla de Andalucía, sevillana, y siento que soy muy consciente de esos pasajes, de esos tránsitos de una norma a otra, sin dejar de ser consciente que llevo un apellido que evoca cualquier cosa menos el habla hispana. Tener un apellido japonés y ser al mismo tiempo hispanohablante es algo que en España es extraño (en América Latina no lo es tanto), pero esa reflexión yo nunca la habría hecho si no fuese ahora una persona residente en España, y en Andalucía, desde donde creo que pensar en el español de América, el de Andalucía, y el lugar que ocupa todo eso en la norma de nuestra lengua es algo interesante. Desde ahí escribo, de esa condición de hablante entre distintas fronteras del español.

Esta tercera reflexión viene al hilo del origen oral de los textos que aquí se reúnen, y que oscilan entre la búsqueda de ese eslabón semántico perdido y también del impacto de las nuevas tecnologías. Háblanos, elegida ya la forma y un espacio, este tema tan claro de la semántica de nuestra lengua y toda su evolución, cómo ha ido germinando este origen de búsqueda y encuentro de la lengua con las nuevas tecnologías, para dar forma final al libro.

Es muy importante para mí responder esta pregunta, porque cuando era estudiante universitario leí Borges oral y Siete noches, dos libros que reunían conferencias de Biorges. Me conmovía pensar que aquel escritor, a quien admiraba tanto, que, ciego, pronunciaba conferencias por todo el mundo. Yo mismo los escuché en Lima pronunciar una y fue algo glorioso. Por otro lado, un maestro mío, Luis Jaime Cisneros, que fue director de la Academia Peruana de la Lengua, le encantaba encender el micrófono de la universidad y leer fragmentos de Rayuela, sobre todo las cartas a Rocamadour, y las leía con su manera tan maravillosa, y para nosotros era como un momento mágico. Para mí siempre ha sido muy importante leer en voz alta, saborear los textos, las palabras, y siempre he sentido una debilidad especial por los libros que reunían conferencias, los libros, por ejemplo, de Jardiel Poncela, o de Gómez de la Serna, o de un extraordinario escritor chileno que era Santos González Vera… Creo que la conferencia es una puesta en escena, la conferencia es un acto textual, que no sexual, y a lo largo de los años yo he procurado reunir en diferentes libros textos que fueron primero orales, por ejemplo, las presentaciones de escritores (Arte de introducir); las conferencias que dicto en países que no se habla español, y donde siempre me preguntan sobre temas de la identidad, las reúno en una obra en marcha que se titula Mi poncho es un kimono flamenco; y en este caso, me parecía que podía también reunir aquellas conferencias en las cuales he tratado de reflexionar sobre la lengua, y además como las leía en alta voz era muy importante que esa lectura fuera a su vez algo que pudiera persuadir al oyente. Antes las conferencias se pronunciaban y solamente las podían escuchar quienes estaban presentes, pero ahora con las nuevas tecnologías se graban, se suben a internet, se ven en vídeo, y lo que nace para ser leído en voz alta puede ser también una performance. Me consta que Andrés Neuman y otros autores comparten conmigo esta fascinación por las posibilidades dramáticas de los textos que escribimos, sin estar concebidas para ser puestas en escena.

En esa discontinuidad que hay en el perfil del autor, nos interesa el cambio del paradigma en la que se crea un cambio entre la manera de escribir y leer, hablamos de lo digital, del español en el mundo tecnológico, ¿cuál sería el perfil de Fernando Iwasaki?

Debo decir, tal como anticipo en una de los textos del libro, que cuando Umberto Eco escribió Apocalípticos e integrados, nunca se imaginó que iba a llegar un mundo como el mundo digital, entonces yo me considero un escritor integrado, pero que vive cada actualización de los programas que circulan para hacernos la vida más cómoda de una manera apocalíptica. Para mí supuso un gran esfuerzo aprender el Wordperfect 5.1, que me parecía extraordinario, luego tuve que cambiarme al Word y me cuesta mucho adaptarme a cada actualización. Y quien habla de Word, habla de los programas de correo electrónico, o el correo en la nube, etc. Lo mismo me ocurre con una serie de programas que los jóvenes dominan rápido, yo soy un integrado, pero vivo como apocalíptico. También escribo desde ese lugar absolutamente estresante de saber que lo que me ha constado tanto trabajo aprender, dentro de muy poco tiempo me lo van a cambiar, haciéndome vivir otra tensión apocalíptica. Eso marca por completo mi manera de trabajar y relacionarme con la tecnología, no me interesa la velocidad, sigo escribiendo como si tuviese una máquina de escribir maravillosa, pero sin duda no le saco todo el provecho. Pero esto es un defecto mío, no creo que el mundo fuera mejor si fuera como yo. Pero también en esto me considero un marginal y un periférico. Probablemente, soy inútil porque nací en un día festivo.

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